En “Astérix legionario”, el héroe galo y su inseparable Obélix se enrolan en la legión romana para rescatar al joven Tragicómix, que había sido reclutado a la fuerza. Ya se sabe que la instrucción militar de la legión romana no es moco de pavo. Una mañana, los reclutas deben hacer una larga caminata con un saco lleno de piedras a la espalda. Pasan las horas, fai un sol de carallo, y el agotamiento empieza a hacer mella en los futuros legionarios. Astérix y Obélix se desesperan, a ese ritmo no van a llegar nunca, y les piden a sus compañeros que les den sus sacos de piedras. Cuando el instructor Belicus les dice que ese no es el objetivo de la maniobra, Astérix responde “Hay que transportar estos sacos, ¿no?” Belicus se queda descolocado y no sabe qué contestar. Astérix remacha “¡Pues vamos!” y echan a correr cargados con los sacos.
Esta aparentemente inocente escena humorística, esconde lecciones inesperadas. Veamos.
El objetivo estratégico de la legión romana es dominar el mundo. Para conseguirlo, el business owner, Julio César, ha definido varios objetivos operativos o de segundo nivel, uno de los cuales es disponer de legionarios bien preparados. Otros objetivos operativos podrían ser disponer de buen armamento, generales competentes, transporte, logística, etc.
Para alcanzar el objetivo operativo de disponer de legionarios bien preparados, el correspondiente órgano de contratación ha licitado el “Contrato de servicios para el entrenamiento físico de los aspirantes a legionarios del imperio romano, mediante procedimiento abierto sujeto a regulación armonizada” (otros contratos podrían referirse al entrenamiento en el uso de armas, construcción de puentes y campamentos, etc). Este proyecto tiene como objetivo mejorar la forma física de los reclutas. Sin embargo, al project manager, el instructor Belicus, que no tiene un pelo de tonto, hay algo que no le cuadra: ¿qué significa exactamente “mejorar”? Tal como está formulado el objetivo, si el estado de forma inicial de los reclutas es deplorable y mejora ligeramente, serían aptos para convertirse en legionarios romanos, cosa que a Belicus no le parece razonable. Tiene claras dos cosas, que a muchos de nosotros todavía nos cuesta entender. La primera es que, para poder medir el cumplimiento de un objetivo, necesita indicadores. Por ejemplo, “que los reclutas sean capaces de caminar VIII leguas diarias, durante VII días, con un peso de CL libras a la espalda”. La segunda es que los indicadores deben estar definidos desde el principio. Si no es así, sería tan absurdo como hacerse uno mismo trampas al solitario, ¿verdad?
Así que mucho ojo con las palabras “mejorar”, “promover”, “fomentar” y similares, y grabe en piedra lo siguiente: “Los objetivos sin indicadores no sirven para nada”.
El objetivo estratégico de Astérix y Obélix es más humilde: rescatar cuanto antes al bueno de Tragicómix y devolverlo sano y salvo a los brazos de su amada. Astérix es un tipo verdaderamente astuto y hace una cosa muy bien, que casi siempre nosotros hacemos muy mal: no le cuenta a nadie su objetivo estratégico. Si usted cuenta su estrategia, los demás podrían actuar para desbaratarla, ¿no le parece? No me entienda mal, no se trata de hacer nada malo de forma poco transparente, sino de simple sentido común. Digamos que es una versión mejorada del proverbio chino «si vas a comprar no empieces por enseñar el dinero».
Así que grabe esto en piedra: “Las estrategias no se cuentan”.
El objetivo de Astérix y Obélix durante la caminata es mucho más modesto todavía (aunque se encuentra perfectamente alineado con su objetivo estratégico): terminar cuanto antes el ejercicio, para terminar cuanto antes la instrucción y poder rescatar cuanto antes a Tragicómix. El tiempo es crucial, porque Tragicómix podría morir en cualquier escaramuza. Así que Astérix ejecuta con maestría una manipulación del objetivo de la maniobra. Se hace el tonto, al más puro estilo del teniente Colombo, diciendo que el objetivo es transportar los sacos de piedras y actúa enseguida para que Belicus no pueda reaccionar. Es importante resaltar que Astérix no actúa con maldad, es decir, no pretende desbaratar el objetivo de Belicus para fastidiar. Si los reclutas hubieran podido cargar los sacos de piedras con mayor rapidez, Astérix hubiera visto cumplido su objetivo, Belicus el suyo, y todos contentos.
Lo que me preocupa (no sé si a usted le pasa lo que a mí) es que, XXI siglos más tarde, sigo viendo planes y proyectos de las Administraciones Públicas con objetivos confusos o imprecisos, sin indicadores o con indicadores mal definidos, y/o con gestores que, por incompetencia o malicia (casi siempre la primera), confunden o manipulan los objetivos. Cualquier plan o proyecto puede salir bien, mal o regular, pero si, para empezar a hablar, no están claros los objetivos ni cómo medirlos, lo más probable es que salga mal. Y, si sale mal, es dinero público que se tira a la basura. Grabe esto en piedra.