Desde diversas posiciones y por distintas razones se vuelve la mirada hacia las relaciones y dinámicas comunitarias. Parece que entendemos que aquellas sociedades en las que se va destruyendo el capital social y las redes primarias son sociedades crecientemente insostenibles. Quizá comprendemos que los ingredientes de don (Mauss) y reciprocidad confiadas que comportan esencialmente los vínculos familiares y, en general, comunitarios son indispensables para una vida que merezca ser llamada humana. Nos interesamos, de nuevo, por los (bienes) comunes (Subirats y Rendueles).
Sin embargo, los procesos de mercantilización y globalización de las transacciones económicas, estimulados por diversos avances tecnológicos y decisiones políticas, ponen en jaque determinados lazos comunitarios tradicionales, en la medida en que nos ubican, fundamentalmente, en tanto que individuos con capacidad para producir bienes privados o con capacidad de compra para adquirirlos o derecho para disfrutarlos.
Desde las políticas públicas, en ocasiones, se afirma ir al rescate de las comunidades, mediante microintervenciones de ingeniería social a cargo de profesionales de los servicios públicos de proximidad. Últimamente, estas intervenciones tienden a presentarse bajo la bandera de la innovación social (Moulaert). Sin embargo, esta microcirugía reparadora de conexiones primarias poco puede hacer si no es ayudada por intervenciones y políticas más estructurales o, incluso, más clásicas dentro del sistema de bienestar.
Con Bea Cantillon, hablaríamos de combinar la acción de los elefantes del clásico Estado de bienestar (con políticas redistributivas como las de garantía de ingresos), las leonas de la inversión social (con el enfoque de preparar más que reparar y de corregir inequidades de género y generacionales) y las mariposas de la innovación social (atentas a generar nuevas sinergias entre agentes).
Los objetivos de sostenibilidad de la vida (Pérez Orozco) y desarrollo a escala humana son insoslayables y pasan, indefectiblemente, por hacer posibles los cuidados primarios y el apoyo mutuo que nos construyen como personas. El desarrollo económico y político han contribuido a liberar a las familias y comunidades de ciertos males relacionales (Donati) pero, a la vez, han desencadenado procesos de destrucción y mutaciones indeseables en nuestros activos comunitarios. Nos toca, sin ingenuidades, defender e impulsar nuestro Estado de bienestar, a la vez que lo fecundamos y reinventamos, entre otras, con la clave comunitaria.
(Reflexión a partir de la conversación organizada por la Diputación Foral de Gipuzkoa que puede verse aquí.)
Original: http://fantova.net/?p=1726
por: Fernando Fantova
Publicado: February 13, 2017, 7:43 am