Se buscan directores de orquesta

En un anterior posteo hablábamos de la heterogeneidad desarticulada que caracteriza a la amplia oferta de servicios electrónicos de los gobiernos de América Latina, tanto en sus instancias nacionales como subnacionales. La incorporación de tecnologías de información (TI) por parte de las instituciones públicas principalmente a partir de sus propias necesidades, ha generado “islas” que se caracterizan por un manejo poco eficiente y descoordinado de la información (más allá de los recursos disponibles), con diversidad de clasificaciones y diferentes codificaciones de los datos públicos. Asimismo, la mayoría de las instituciones tiene excesiva autonomía para definir su propia política informática, con escasos mecanismos de coordinación intersectorial, lo cual tiende a producir discrecionalidad y variedad de metodologías e infraestructura.

Teniendo en cuenta este panorama, el principal desafío para los gobiernos latinoamericanos consiste en avanzar hacia una mayor y mejor utilización de TI bajo una mirada que apunte hacia la consistencia y coherencia sistémica. Y para ello resulta clave en cada país el rol de los organismos rectores[1].

La responsabilidad central de los organismos rectores es constituirse en el nódulo de un sistema de coordinación que asegure coherencia y complementariedad entre los distintos organismos público y sus acciones. Para ello, las tareas de los organismos rectores (preferentemente ubicados en el lugar institucional más alto posible) consisten en:

–          establecer una política de gestión de datos públicos;

–          definir e implementar reglas de juego para la elaboración de los estándares que determinen un lenguaje común entre las instituciones;

–          promover reservorios de software público para que puedan ser aprovechados por todas las instituciones;

–          proveer pautas para la asignación de recursos para el desarrollo de servicios y de infraestructura;

–          difundir experiencias exitosas; y

–          brindar capacitación y asistencia técnica, entre otras.

Estas tareas deben estar orientadas a crear una lógica de funcionamiento para que todas las instituciones públicas puedan avanzar individualmente en la utilización de TI en función de sus propios intereses pero manteniendo un determinado nivel de coherencia y consistencia con las demás.

Desde un punto de vista metafórico, podríamos decir que la función principal de los organismos rectores se parece mucho a la de los directores de orquesta[2]. Sin tocar ningún instrumento musical y con una batuta, de lo que se trata es de poner la energía en la coordinación de los distintos instrumentos para que la orquesta suene lo más afinada posible.   


[1] A modo de ejemplo en la región podemos mencionar a la Agencia para el Desarrollo del Gobierno de Gestión Electrónica y la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Uruguay), el Centro Nacional de Tecnologías de Información (Venezuela), la Oficina Nacional de Gobierno Electrónico e Informática (Perú) y la Oficina Nacional de Tecnologías de Información de la Subsecretaría de Tecnologías de Gestión (Argentina).

[2] Debo esta metáfora a mi colega y amigo Eduardo Poggi, quien me la sugirió en un trabajo de consultoría que estamos realizando 

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