Un cuento sobre InnovacionOnTour: los arrente de la innovación

Imagen: Cuadro de Albert Namatjira: Ghost Gums, MacDonnell Ranges – Photo Credits Mutual Art[7]

Este post fue publicado originalmente en el blog de #InnovacionOnTour.

Los arrentearrerntearunta o aranda[1] (entre otras denominaciones[2]) son un pueblo aborigen del centro-norte de Australia, en el entorno de la cordillera McDonnell.

Su mitología comparte un cuerpo común a la de otros pueblos aborígenes del continente, con los que comparten dos elementos fundamentales: el llamado Tiempo del Sueño (Dreamtime o Altjeringa), un periodo anterior incluso a la existencia de la Tierra y de la humanidad y que perdura como un ciclo infinito o línea paralela al tiempo “real”, y que para los arrente es tan real como la vida misma; y una deidad suprema creadora de los elementos, que toma diferentes nombres en función de la cultura aborigen que se trate, y a la que llamaremos Altjira, como lo hacen los arrente. En todos los casos, el dios del cielo, el gran Espíritu creador de la vida, lo es también de los elementos, de todos los seres, de los accidentes geográficos y de una serie de espíritus o seres totémicos que van dando forma a la creación y cuya huella queda plasmada en el territorio.

Cuentan que los arrente “cantan el territorio”, y es que por medio de canciones transmiten el conocimiento sobre su entorno a sus hijos, en una hermosa cultura de transmisión oral melódica, que les relata dónde pueden encontrar fuentes de agua, dónde se encuentran las tribus aliadas, dónde se hallan sus tótems y qué forma han dado a la tierra donde reposan, en definitiva, qué van a encontrarse en el camino, recogido en una suerte de mapa sonoro[3] que les permitiría cruzar el territorio conocido sólo recordando las canciones que han ido aprendiendo desde su infancia. Las diferentes tribus o clanes han intercambiado sus canciones, como transmisión de conocimiento y como una mera cuestión de supervivencia, pues su tierra, esa en la que los arrente creen habitar desde hace miles de años, ha cambiado mucho, especialmente en los últimos siglos, desde la colonización europea.

En una adaptación de la leyenda aborigen sobre la creación en forma de cuento de Jim Poulter[4] [5], el autor narra que Altjira, cuando no había nada, soñó con el fuego y el aire, cuya interacción dio forma de baile a su sueño, desde el que surgió después la lluvia, librándose entre ellos una larga batalla que causó estragos en el Sueño, pero que Altjira permitió porque le parecía divertido. Cuando cesó la batalla, en el Sueño aparecieron el mundo, el cielo, la tierra y el mar, continuando con el Sueño durante largo tiempo, hasta que Altjira se aburrió y decidió enviar la Vida al Sueño para hacerlo real y para que los espíritus creadores totémicos siguieran soñando por él.

Así, hizo llegar al Mundo el Secreto del Soñar a través de Barramandi, el pez, quien soñó con olas y arena, pero no comprendía el sueño, y quiso seguir nadando en la profundidad del océano. Barramandi trasladó el Secreto a Currikee, la tortuga, que soñó con rocas y sol, y de la misma manera no comprendía el sueño y quiso seguir entre olas y arena; y se lo pasó a Bogai, el lagarto, que soñó con cielo y viento, pero que tampoco supo comprender y prefirió mantenerse en la roca bajo el sol. Así que pasó el secreto a Bunjil, el águila, que se elevó sobre los cielos y soñó con árboles y cielo nocturno, que no comprendió; así que cedió el Secreto a Coonerang, la zarigüeya, que miró al cielo nocturno y soñó con hierba y llanuras. Prefirió seguir soñando en los árboles y le dio el secreto a Kangaroo, el canguro, que tomó las llanuras y soñó con música, risa y canto. Kangaroo no comprendió el sueño, y sólo quería soñar con inmensas llanuras y la amarilla hierba. Así que decidió traspasar el Secreto del Soñar al hombre y la mujer, que oyeron el canto de los pájaros al amanecer, y soñaron con la risa de los niños, y disfrutaron del sol, del cielo estrellado, de los árboles, apreciaron todas las creaciones y comprendieron el sueño completo, y no solo una parte como el resto de criaturas. El Espíritu supo que el Secreto del Soñar estaba a salvo, y agotado de la creación, se sumergió en la tierra para descansar. Esta es la razón por la que todas las criaturas, cuando se sienten cansadas, se echan sobre la tierra para descansar y reunirse con el Espíritu, y esta es la razón por la que la tierra es sagrada y el hombre y la mujer, omniscientes de toda la creación, tienen la responsabilidad de ser sus cuidadores[6].

Se cuenta también que muy recientemente, por las lejanas tierras europeas que tal vez Altjira nunca pudo soñar, se han observado manifestaciones de una tribu que hereda, sin saberlo o con plena consciencia en la línea paralela del Tiempo del Sueño, mucho del espíritu de los arrente. Primero aparecieron unos kits de viaje con herramientas que les habían sido transmitidas por pequeños clanes dispersados por el territorio. Con ellas debían explorar un terreno que, aunque conocido, estaba sufriendo transformaciones que debían transmitir a los que les acompañaran y a todas las tribus de su territorio dispuestas a escucharles y a intercambiar su sabiduría. Luego se hallaron huellas sonoras en forma de playlist para acompañar a los noveles viajeros en su trayecto. Con las canciones no podían conocer los accidentes del terreno, pero sí sentir el ritmo compartido del clan.

Se han seguido encontrando vestigios, huellas de los arrente occidentales, tal vez fogonazos de sueños, que van conformando su nuevo mapa en forma de novela coral en proceso de redacción.

Cuentan los que han visto algunas de sus páginas que narra la historia de Feransabor, el Espíritu, que, cansado después de crear los elementos fundamentales, soñó con un viaje iniciático de la tribu de los arrente, y tras presentar su creación a otros clanes en un encuentro junto al mar sureño, decidió que eran otros los que debían continuar la tarea, y traspasó los Secretos del Viajar a Farramandi, que soñó con una tribu desconocida que resultó ser amiga y que le enseñó los valores de la colaboración y la inteligencia colectiva. Farramandi comprendió el sueño, y contó lo aprendido a Feransabor, que ya preparaba un viaje junto a Jofaux a tierras de levante, en las descubrió un oasis en el que se atendía y ayudaba a los viajeros, y que pronto marcó en el mapa, recogiendo la experiencia para contarla a Suselai, pues sabía que soñaría con un sueño similar, pero que más allá de la ayuda al visitante, en su sueño se hablaba de acogida a nuevos miembros de la tribu. Suselai sintió el sueño con tal fuerza que lo transmitió a una familia de arrentes (Joagob, Robergob, Paquigob, Patigob, Dogob y Eugob) a los que acompañaría en su viaje iniciático a un lugar lo más parecido a un espacio sideral, al que llegaron volando y del que volvieron con nuevos horizontes a los que mirar y, sobre todo, con la necesidad de seguir viajando, pues habían comprendido el sueño a la perfección. Tanto es así que ni traspasaron el Secreto del Viajar y continuaron el trayecto con el combustible de la curiosidad.

Pasadas unas semanas del viaje grupal, Feransabor convocó bajo el manto del solsticio de invierno a los arrente, tanto a los viajeros como a los sabios de la tribu, pues quería que compartieran sus experiencias para hacer más productivas las próximas marchas de exploración del territorio. Y pocos días después Feransabor volvió a la tierra de las playas sureñas a escuchar las melodías de otros clanes que allí se reunieron, mientras preparaba las alforjas para que los arrente pudieran seguir descubriendo las huellas que iban dejando los tótems.

Mientras se sembraba y araba la tierra para la recolecta del próximo solsticio de verano, Feransabor visitó de nuevo las tierras cálidas del sur donde anduvo Farramandi, pues el clan local viajó mucho más lejos y trajo consigo nuevas canciones cuya melodía había que aprender, y otra parte de sí acompañó a Joagob y a Vanevil a un poblado enorme del que también traerían variadas letras y en distintas lenguas, y donde también compartieron sus estribillos con clanes amigos de los arrente. Tan satisfecho se sintió Feransabor tras comprobar con cuanto agrado recibían el conocimiento de los arrente otros clanes, que pensó que el Secreto del Viajar debía cruzar también el mar, y en la tierra que encontró al final de las aguas le esperaban los habitantes de Consellkee, que cantaban las virtudes del aprendizaje y la transmisión de su cultura como una de las fortalezas de esa tribu que habitaba allende los mares.

Pero aún quedaban amplios campos por recorrer, así que Robergob y Paquigob volvieron a ponerse en marcha hacia una elevada meseta central, en busca de nuevos espíritus a los que contarles el Secreto del Viajar, y así lo hicieron, mientras Feransabor trasladó las enseñanzas primigenias de su cultura a los que allí habitaban, antes de hacer el último viaje que pudo ser leído en la novela coral que no parece tener fin, y que de nuevo les llevó a unas tierras cercanas al mar, donde llevaban largo tiempo oyendo de sus andanzas y le esperaban con los brazos abiertos, pues quería también compartir su sabiduría y conocer el Secreto del Viajar. En los dominios de la tribu de los Alikantaan, Feransabor conoció el poder de la magia que acompaña a cada persona y los modos de hacerla visible a los demás seres que transitan por el Tiempo del Sueño, y pensó que él también podía tener algo más que descubrir de sí mismo, y soñó con el talento de Sergoo, el tótem que dominaba las técnicas de las melodías y al que acogió en su propia alma como parte indisoluble de sí mismo. Y Feransabor se hizo llamar Feransaborgoo, y comprendió que el Secreto del Viajar estaba a salvo y que, hasta el equinoccio, podría descansar, sabiéndose acompañado en su descanso terrenal. Y cada vez que una criatura sueña con cantos, nuevas tribus, ideas, talentos o viajes, Feransaborgoo le canta el sueño compartido por todos los arrente y le cede el Secreto del Viajar para que vivan y sueñen y canten lo que consigan encontrar.

“Al oficio de tocar a solas uno se acostumbra por obligación, porque la música es un evento colectivo”[8], dijo un genio que quiso desnudar de acompañamientos su música para poder contar su viaje vital por ella. Y es que la música, como la innovación o como el sueño de la creación de Altjira, es un destino colectivo[9], y no un sueño individual. Soñadlo en compañía.

 

 

[1] El pequeño resumen sobre su cultura, más compleja de lo que aquí se cuenta, está construido a partir de lo que cuenta el genial Santiago Auserón en una entrevista a cuenta del último disco de Juan Perro, titulado El viaje, y de unas pocas referencias de la blogosfera. Por tanto, se ruega la máxima prudencia sobre la validez antropológica de los comentarios aquí vertidos y de unas referencias incompletas, tal vez deliberadamente, para ajustarlas al “sueño” del este texto.

[2] http://antropologia-eal-los-arunta.blogspot.com/

[3] http://www.lahuellasonora.com/noticia_ampliada.php?a=&id=250

[4] https://cuentosdelmundo.wordpress.com/2014/10/28/el-sueno-mitologia-aborigen-australiana/

[5] https://www.learningtogive.org/resources/secret-dreaming

[6] Un vídeo que narra este cuento para ser escuchado y comprender mejor el relato de este resumen. Aquí la adaptación del mito de la creación se atribuye a Rowan Walking Wolf: https://youtu.be/TTKfNnZQgTA

[7] https://www.widewalls.ch/artist/albert-namatjira/ Albert Namatjira es un famoso pintor de la tribu de los arrente que ha obtenido una notable reconocimiento nacional e internacional, adaptando las técnicas occidentales para contar su tierra en lienzos.

[8] Cita de Santiago Auserón, Juan Perro, en la mencionada entrevista promocional de su disco El viaje, a la que debemos la existencia de este post.

[9] Frase de cabecera de Innovación On Tour: La innovación es un viaje colectivo, más que un destino individual. https://innovacionontour.wordpress.com/2017/04/06/__trashed/

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